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El Deísmo

  • Foto del escritor: bolfrangodoy
    bolfrangodoy
  • 20 ago 2023
  • 8 Min. de lectura

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¿Qué es el deísmo?


El deísmo es una filosofía religiosa que floreció en los siglos XVIII y XIX, pero sus efectos perduran hasta el día de hoy. Enseña que todas las personas pueden conocer y creer en un Ser supremo —la causa primera de todas las cosas— y conocerlo a través del mero uso de la razón. Históricamente, los deístas a menudo han adoptado una forma modificada de cristianismo que le quita todo elemento sobrenatural a la fe, pero mantiene su instrucción moral. A pesar de que es más un conjunto de ideales filosóficos y religiosos que una religión organizada, el deísmo ofrece una cosmovisión que se opone a lo sobrenatural como alternativa al teísmo cristiano.

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¿Cuándo comenzó?



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Aunque muchos de los principios del deísmo se remontan a las cavilaciones de los filósofos antiguos, no fue sino hasta la época de Edward Herbert, el barón Herbert de Cherbury (1583-1648) —conocido como el padre del deísmo inglés— que esta filosofía se transformó en una alternativa elaborada al cristianismo bíblico. Herbert se vio muy influenciado por los escritos de los académicos medievales sobre la religión natural. En su influyente obra De Religione Gentilium [Religión pagana], Herbert sostuvo que es inmoral insistir en que las naciones paganas que no han tenido acceso a la Escritura merezcan ser castigadas por Dios. Herbert desarrolló el principio del deísmo a partir de un deseo de librar del castigo eterno a los que nunca han sido expuestos a la revelación bíblica.





¿Quiénes son las figuras clave?


Muchas figuras influyentes se encuentran entre los renombrados deístas que siguieron a Herbert. Destacados intelectuales, políticos y autores franceses como Voltaire, Napoleón Bonaparte, Víctor Hugo y Julio Verne abogaron por el deísmo. Adam Smith y Thomas Paine estuvieron entre los deístas británicos más influyentes. Muchos han señalado que John Locke promovió el deísmo más que cualquier otro individuo en Inglaterra. Sin embargo, hablando técnicamente, Locke era un sobrenaturalista racional: no aceptaba ni negaba todas las formas de revelación o sobrenaturalismo. En la historia de Estados Unidos, Thomas Jefferson, Benjamin Franklin y Abraham Lincoln fueron deístas. En el siglo XX, el astronauta Neil Armstrong profesó creer en el deísmo. Debido a la falta de proselitismo formal, el deísmo, en su definición clásica, tiene pocos adeptos en la actualidad. No obstante, muchos han afirmado que el «deísmo terapéutico moralista» (DTM) es el principal sistema de creencias religiosas de Estados Unidos en la actualidad. El DTM es una forma de deísmo funcional.



¿Cuáles son las creencias principales?

El deísmo tiene cinco creencias esenciales:


  • I. Un Ser supremo: El deísmo enseña que hay un Dios supremo que hizo todas las cosas y vela por el mundo. Este Dios ha sido comparado a un gran relojero que le da cuerda al mundo como si fuera un reloj y luego lo deja funcionando según sus propias leyes, sin interferir después de iniciar el proceso. En el pensamiento deísta, la razón —sin la revelación— guía al ser humano hacia el Dios supremo. Los deístas niegan la divinidad de Cristo y sostienen que es irracional creer que hay tres personas en el único Dios verdadero. Aunque el deísmo tiende a enfatizar que Dios no interviene en el mundo, algunos deístas han mantenido una postura sobre la providencia que admite que Dios está guiando a Su creación. De todas formas, no han aceptado la totalidad de la doctrina bíblica de la providencia.

  • II. Adoración: El deísmo llama a la humanidad a adorar al único Dios supremo, pero los deístas difieren en cuanto a la manera concreta de hacerlo. Muchos de ellos creen que la adoración consiste en la búsqueda de una vida virtuosa. Algunos deístas han sostenido una postura sobre el Dios supremo que los lleva a la oración, pero otros no.

  • III. Moralidad: En la cosmovisión deísta, la moral es el fin más alto del hombre. Somos aceptables ante el Dios supremo por nuestra correcta manera de vivir. Todos tenemos el mismo concepto de la virtud y sabemos cómo debemos vivir, especialmente en relación con nuestros semejantes.

  • IV. Arrepentimiento: La gente apacigua al Dios supremo afligiéndose por las cosas que saben que han hecho mal. Los deístas no ven lugar para un Dios que requiera un sacrificio de sangre para satisfacer Su justicia.

  • V. Inmortalidad: Los deístas han diferido sobre si los seres humanos tienen un alma inmortal y sobre la existencia de la vida después de la muerte. Muchos deístas han negado la inmortalidad, mientras que otros la han afirmado. Los deístas que afirman la existencia de una vida después de la muerte han sostenido generalmente que toda la humanidad puede alcanzar la vida eterna haciendo lo que es correcto. En otras palabras, la gente buena o virtuosa va al cielo cuando muere. El deísmo es esencialmente una religión moralista de justicia basada en las obras.





¿Por qué la gente cree en esta falsa enseñanza?


En la época de la Ilustración, el deísmo era extremadamente atractivo para la civilización occidental. Ofrecía una alternativa racional al cristianismo bíblico histórico. Además, el deísmo le prometía a la gente moderna una religión que parecía más compasiva que el cristianismo. El deísmo terapéutico moralista le ofrece a la gente un Dios que no se mete demasiado en sus vidas y que a la vez los anima a ser buenos, justos y amables con los demás. Garantiza la salvación de los que buscan una vida de bondad y gentileza.


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¿Cómo esta falsa enseñanza se compara con el cristianismo bíblico?




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Aunque Dios se revela a Sí mismo en las cosas que ha creado (Rom 1:19-20), solo podemos conocerlo como Salvador mediante la revelación de Cristo en las Escrituras (Lc 16:29, 31; 24:27, 32, 45; Rom 10:14). El mundo fue creado por la palabra del poder de Dios (Heb 11:3). Él lo sostiene por esa misma palabra (Col 1:17; Heb 1:3). Dios está íntimamente involucrado en el gobierno de cada acción y evento del mundo. Como dijo el Dr. R. C. Sproul: «Si en este universo hubiera una sola molécula rebelde que anduviera suelta, totalmente libre de la soberanía de Dios, entonces no tendríamos la garantía de que ni siquiera una de las promesas de Dios se cumplirá». La salvación es un regalo gratuito de Dios; no está basada en nada de lo que hagamos.




En contraste con las cinco creencias principales del deísmo, la Escritura enseña lo siguiente:



  • I. El Ser supremo: Hay un solo Dios vivo y verdadero, que existe en tres personas distintas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Cada miembro de la Divinidad es digno de nuestra adoración, pues todos los miembros de la Divinidad son «de la misma sustancia, iguales en poder y gloria». El Padre es Dios (1 Co 1:3; Gal 1:3; Ef 1:2), el Hijo es Dios ( Jn 1:1; 8:58; 10:30; Flp 2:6; Col 1:15-16; Heb 1:1-3) y el Espíritu Santo es Dios (Hch 5:3-4). Estas tres personas son distintas, pero no constituyen tres dioses diferentes, pues comparten la única esencia divina completa y equitativamente.

  • II. Adoración: Solo Dios es digno de nuestra adoración. Debemos adorar a Dios exclusivamente según Su verdad revelada. Juan 4:24 dice: «Dios es espíritu, y los que le adoran deben adorarle en espíritu y en verdad». Nadie puede acceder a la presencia de Dios sin un mediador. Siendo Dios y hombre, Jesús es el único Mediador entre Dios y los hombres (1 Tim 2:5). Jesús dijo: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por mí» ( Jn 14:6).

  • III. Moralidad: Todas las personas (a excepción de Cristo) han pecado y no alcanzan la gloria de Dios (Rom 3:23). No hay nada que nosotros mismos podamos hacer para llegar a tener una relación correcta con Dios. Dios ha provisto redención en Cristo. La Escritura enseña que Dios nos justifica gratuitamente (nos declara justos y nos perdona) por Su gracia mediante la redención que es en Cristo. La salvación es mediante la fe sola por la gracia sola, no por obras (Ef 2:8-9). No intentamos vivir de una manera moralmente correcta para ser aceptados por Dios. Somos aceptados por Dios y, por lo tanto, procuramos vivir en obediencia agradecida, sometiéndonos a la ley moral de Dios (Ef 2:10).

  • IV. Arrepentimiento: Aunque Dios ordena a todos los hombres en todas partes que se arrepientan de sus pecados (Hch 17:30), nuestro arrepentimiento no expía el pecado. Dios envió a Cristo para que fuera el sacrificio perfecto por nuestros pecados (Heb 7:27; 9:26). La sangre de Jesús cubre todas nuestras ofensas contra Dios (1 Jn 1:7).

  • V. Inmortalidad: Nadie va al cielo debido a sus obras, sino que todo aquel que cree en el Hijo de Dios tendrá vida eterna ( Jn 3:15-16, 36; 6:47). La salvación es un regalo gratuito de la gracia de Dios en Cristo. Jesús vivió una vida absolutamente libre de pecado para cumplir las demandas de la ley de Dios como el representante del pueblo de Dios (2 Co 5:21; Gal 4:3- 4). Jesús murió bajo la ira de Dios para tomar el castigo de Su pueblo, y Su obediencia perfecta es imputada a todos los que creen en Él, lo que significa que los creyentes tenemos vida eterna debido al bien que Él ha hecho. Dios reserva el cielo para los que confían en la obra completa de redención efectuada por el Hijo (1 Pe 1:3-5).



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¿Cómo puedo compartir el evangelio con los que sostienen esta falsa enseñanza?


  • I. Enfócate en el poder soberano de Dios para gobernar toda Su creación. Negar que Dios actúa providencialmente en Su creación es negar a Dios mismo. Si el Creador soberano no está llevando a cabo Su plan según su sapientísimo consejo, el azar se impone. La Escritura enseña que Dios no está alejado de Su creación, sino que interviene en las vidas de Sus criaturas. En lugar de vivir alejados de Dios, la Escritura nos llama a reconciliarnos con Él por la obra salvífica de Jesús. El Dios trascendente se acerca a nosotros en la persona de Jesucristo y por la obra poderosa de Su Espíritu.

  • II. Enfócate en la pecaminosidad del hombre. Si alguien insiste en que Dios nos acepta por nuestra bondad, debemos recordarle lo que dice la Escritura sobre la pecaminosidad del hombre. Somos seres caídos en Adán y estamos bajo la ira y la maldición de Dios (Rom 5:12-21; Gal 3:13). Nacemos muertos en delitos y pecados (Ef 2:1-4), y en nuestra naturaleza pecaminosa somos incapaces de hacer cualquier cosa espiritualmente aceptable para Dios. Todo intento por ganar la aprobación de Dios es una manifestación de justicia propia. Nada de lo que hagamos puede llevarnos a tener una relación correcta con Dios.

  • III. Enfócate en la perfección de la persona y la obra salvífica de Cristo. Es solamente en Cristo que Dios acepta a los pecadores. Jesús es Dios encarnado, y tomó el pecado de Su pueblo sobre Sí mismo en la cruz para reconciliarnos con Dios y hacernos justos ante Él (Rom 3:21-26; 2 Co 5:21; 1 Tim 3:16; 1 Pe 2:4; 3:18). Jesús recibió la ira infinita de Dios para expiar todo el pecado de Su pueblo. Dado que Jesús sufrió el castigo que Su pueblo merece, ninguno de los que confían solo en Él para salvación sufrirá la muerte eterna, sino que todos ellos heredarán la vida eterna.




DEÍSMO TERAPÉUTICO MORALISTA



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Deísmo terapéutico moralista es un término acuñado por los sociólogos Christian Smith y Melinda Lundquist Denton en su libro Soul Searching: The Religious and Spiritual Lives of American Teenagers [Examinando el alma: Las vidas religiosas y espirituales de los adolescentes estadounidenses] (2005). Se refiere a una variante del deísmo funcional que, aunque no constituye un sistema religioso completo o formal, a veces es descrito como el principal sistema de creencias en Estados Unidos, sobre todo entre los jóvenes. El DTM tiene cinco creencias centrales:


  1. existe un Dios;

  2. Él quiere que la gente sea buena con los demás;

  3. el fin de la vida es ser feliz;

  4. Dios no se involucra en los asuntos humanos excepto para resolver problemas y

  5. la gente buena va al cielo cuando muere.



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Edward Herbert, primer barón Herbert de Cherbury, fue un político, soldado, diplomático, poeta y filósofo inglés. Educado en Oxford, Herbert se desempeñó como parlamentario, soldado en varias campañas europeas y embajador en Francia, donde negoció con éxito el matrimonio de Enriqueta María con el futuro rey Carlos I de Inglaterra. En su libro De Veritate [Sobre la verdad, 1624], Herbert intentó establecer que la razón es la guía más segura para hallar la verdad; rechazó la revelación como fuente de verdad y en su lugar procuró construir una religión natural.







Fuente: Ministerio Ligonier

 
 
 

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