Ya nada es igual... ¿Qué le pasó a las Buenas Nuevas?
- bolfrangodoy
- 8 ago 2022
- 13 Min. de lectura
"En general, las iglesias [...] tenían en mi opinión la misma relación con Dios que los tableros de anuncios tenían con la Coca-Cola: promocionaban la fe sin saciarla".
John Updike, A Month of Sundays.


En mi condición de cristiano, siento una profunda preocupación por la forma en que presentamos nuestra fe ante los demás. Hemos sido llamados a proclamar las buenas nuevas del perdón y la esperanza, sin embargo, me sigo tropezando con evidencias de que son muchas las personas que no escuchan nuestro mensaje como una buena noticia. Decidí escribir esta entrada ya que me he topado con circunstancias muy hostiles con respecto a mi fe y hacia la de los demás. Personas que suscitan con gran escandalo ser dueños de la verdad, creando confrontaciones de distintos pensamientos con respecto a las religiones. Me puse a investigar en internet un apartado de una página cristiana con respecto a datos estadísticos sobre el decrecimiento del cristianismo en sus países. Esto me alarmo mucho y quise informarme más en el tema sobre la demografía religiosa en Honduras. Según el INE se estima con respecto a la demografía religiosa un 48% para las personas que profesan el Catolicismo, un 41% para los evangélicos, un 3% para los Adventistas, Testigos de Jehová, Mormones, Bautistas, Anabautistas/menonitas y por último se estima un 8% para aquellos que no son afiliados a una religión. Sin tomar en cuenta los musulmanes que tienen aproximadamente una comunidad de 1,500 y Judíos que conforman apenas cientos de ellos en Honduras.
Los cristianos en Honduras se han convertido en la marea roja del pensamiento religioso, su fama no es muy positiva ante la sociedad. Quise explorar las razones que habían causado un hundimiento tan drástico y por qué el proclamarse cristiano era sinónimo de un fanatismo religioso. ¿Por qué los cristianos suscitan sentimientos de hostilidad y qué podemos hacer en cuanto a esto, si es que podemos hacer algo?

Los tiempos están cambiando y vivimos en un era muy polarizada, el mundo secular moderno ve a los cristianos en diferentes puntos de vista de los cuales ninguno de ellos es de manera positiva, las demás religiones tienden a ser menos alarmantes que los evangélicos. Para mi sospecha siempre me encuentro con este tipo de preguntas con respecto al cristianismo: ¿Puedes explicarme por qué se oponen tanto a los matrimonios de los homosexuales y las lesbianas? ¿por que es malo el aborto para ustedes? ¿ustedes piensan que tienen la verdad y la razón siempre? ¿por qué hablan de que su religión es la verdadera? Hago mi mayor esfuerzo para responderles, a veces hay preguntas tan profundas que me dejan en completo silencio y me hacen reflexionar aún más en la palabra de Dios, mis argumentos que repito después de habérselos oído a los líderes cristianos carecen de sentido para estas personas.

Una vez vi un video en internet sobre un profesor marxista que lanzó una diatriba contra los evangélicos de derecha. <<Ellos están motivados por el odio. ¡Un puro odio!>>, un periodista cristiano le respondió: <<El motivo podría ser otro, como el temor; el temor a que la sociedad siga unas tendencias que los conservadores ven como una dirección perturbadora>> el volvió a contestar con furia. <<¡No, es odio!>>, insistió, mientras alzaba la voz y el rostro se le ponía rojo. Muchas conversaciones similares me han enseñado que la religión representa una inmensa amenaza para los que se ven a sí mismo como una minoría de agnósticos en una tierra de creyentes. Los que no son creyentes tienden a considerar a los evangélicos como una legión de policías de la moralidad, decididos a imponerles a los demás su concepto de lo que son las formas correctas de conducirse. Para ellos, los cristianos son enemigos del aborto, los homosexuales, las mujeres, del sexo si se podría decir. Entendemos que los cristianos ayudan algunas veces en los problemas sociales, en repartir comida a los indigentes o darles refugio, pero en lo demás difieren poco de los fanáticos musulmanes que quieren imponer la ley sharia en sus sociedades.
Un grupo de investigación en Phoenix se sorprendió al descubrir el grado de abusos cometidos contra los cristianos, un antagonismo que iba mucho más allá de una diferencia de opiniones en ciertas cuestiones. Según los datos arrojados de esta investigación los evangélicos eran llamados analfabetas, codiciosos, psicópatas, racistas, estúpidos, gente de mente estrecha, prejuiciados, idiotas, fanáticos, tarados, locos gritones, ilusos, simplones, arrogantes, imbéciles, crueles, bobalicones y estrafalarios. Algunas personas no tienen la menor idea de lo que son los evangélicos en realidad, ni de lo que creen; solo saben que no los pueden soportar. En los tiempos que corren, las buenas nuevas no parecen tan buenas, al menos para algunos.

Fragancias mezcladas

Usando una inteligente metáfora, el apóstol el Pablo habla sobre el olor grato de Cristo, que puede tener un efecto muy diferente en independencia del olfato de cada cual: <<A éstos ciertamente olor de muerte para muerte, y aquéllos olor de vida para vida>>. Mis deberes como cristiano es compartir el evangelio donde quiera que me encuentre y con quien me encuentre, en cafeterías, en barberías, escuelas, con mis primos, etc. Pero a veces nosotros los cristianos somos como ese perfume, despedimos un aroma que no siempre será agradable en todos los lugares, nuestro olor ofende al olfato de otros. Como cristianos tenemos desafíos muy grandes en compartir la buenas nuevas, un mundo tan diverso y con pensamientos tan abiertos de los cuales debemos aprender día a día, por ello es de suma importancia el capacitarse y leer la palabra de Dios en estos tiempos, la juventud es muy demandante y cada día los jóvenes rechazan la verdad de Cristo y perdemos gradualmente una porción de personas en nuestras iglesias. Si no nos adaptamos, terminaremos hablando con nosotros mismos en un número cada vez más reducido.
<<Cuando los cristianos le hablan a alguien, actúan como si la persona fuera un robot. Tiene una agenda que promocionar, y si tú no estás de acuerdo con ellos, dejas de interesarles>> Una frase que leí de un libro acerca de la gracia, realmente un golpe bajo en cómo compartir mi fe hacia los demás. En otra ocasión una persona me dijo:

<<Mira, todos sabemos que Dios está en alguna parte, pero nadie tiene el derecho a decirle a otro el aspecto que tiene para él o ella. Todas las personas tienen la libertad de expresar lo que consideran de Dios de la forma que quieran, pero deben guardar para sí mismas las opiniones que tengan>> En definitiva eso fue una bofetada muy dolorosa y me replanteé muchas cosas desde entonces. En tantas conversaciones que he estado con diferentes pensamientos y puntos de vista de las personas, podría hacer una pequeña referencia dentro del cristianismo en dos grupos. Los precristianos que son los más abiertos y receptivos cuando se toca el tema de la religión. No se siente una hostilidad de parte de este grupo, pero por otro lado tenemos los postcristianos, que albergan sentimientos negativos. Algunos con recuerdos de heridas del pasado: una división en su iglesia, un padre dominante, un líder déspota o autoritario, un divorcio que la iglesia manejó con torpeza y muchas otras cosas más.

Me ponía a reflexionar, de lo mucho que debo de aprender de Dios y de su palabra. A veces me quedo sentado en mi cama a media noche o en las madrugadas, pidiéndole a Dios una estrategia, que me de la creatividad para poder compartir su palabra, sus buenas nuevas a los jóvenes. A veces todo lo que leo pareciera que fueran códigos complicados que debo de descifrar. El trato que Dios tiene hacía mi es un tanto extraño, siempre me dirige a su palabra o escucho un eco a lo lejos muy agudo y difícil de percibir, escucho una palabra con la cual me oriento e investigo de lo que Dios quiere hablarme en ese momento. Dios es sorprendente, Él sabe que soy muy curioso y me atrapa con la curiosidad. Una vez estaba leyendo un apartado de C.S. Lewis sobre una analogía muy sorprendente de como compartir su palabra. Lewis decía lo siguiente: <<Hay una diferencia entre cortejar a una divorciada y a una mujer virgen, le dijo Lewis a un amigo en una carta. La divorciada no se va a creer con facilidad las cosas dulces que le diga su pretendiente, porque ya las ha escuchado todas antes y siente una desconfianza básica con respecto al romance>> ¿Cómo estamos comunicando nuestra fe? ¿a los vírgenes de la fe o a los divorciados de la fe? ¿a los precristianos o a los postcristianos? Por supuesto, no todos pueden encerrarse dentro de esa categoría precisa, pero me pareció útil el punto de vista de Lewis.
Hay muchos conocidos y amigos que permanecen asequibles a la fe y calificarían como precristianos. Nuestro país es muy conservador y religioso, siempre nos podemos topar con anuncios publicitarios de la fe (Cree en el señor Jesucristo), (Acepta a Dios como tu Señor y Salvador)… y muchos más. Podríamos apretar el botón de la radio mientras conducimos y podremos encontrar una emisora cristiana. Aún hay muchos en el mundo a los que el evangelio le sigue resonando como una buena noticia. Los evangelistas que hablan del pecado son considerados personas regañonas que tienen la intención de intimidar, <<¿Qué les da el derecho a juzgar mi conducta, sobre todo cuando hay tantos de ellos cuya vida es un verdadero desastre>> dijo una madre de familia. Las doctrinas sobre la Trinidad, la expiación, el pecado original y el infierno les perecen desconcertantes, incluso incomprensibles, y de todas formas, <<¿Quién puede reclamar legítimamente que tiene la verdad? >> Y hay toda una cadena de nuevos ateos que censuran todo lo que sea religión como una mala noticia, una fuente primaria de fanatismo y guerra. Muchos suscitan con firmeza acerca de las atrocidades del 11 de septiembre como una iniciativa basada en la fe. Este tipo de comunidad anhelan que llegue el día en que la raza humana finalmente supere su necesidad de religión.
En Europa, que fue la sede de la fe cristiana durante la mayor parte de su historia, muchos ni siquiera piensan en ella. Algunos Cristianos reaccionan ante esa división juzgando duramente a las personas con las que no están de acuerdo. Esta es una de las principales razones por las cuales los evangélicos tiene un reputación desagradable. Me lleno de vergüenza cuando oigo esas palabras, y mi reacción mayormente es mantenerme cayado acerca de mi fe. Ninguno de los dos métodos resulta saludable. Jesús les concedió el inmenso privilegio de dispensarle la gracia de Dios a un mundo sediento. Como uno de los que ha podido beber profundamente de la gracia, se la quiero ofrecer a un mundo que va a la deriva. ¿Cómo le podemos comunicar esa noticia realmente buena a una cultura que huye de ella?.
El desperdicio de las Buenas Nuevas
Una vez leí en un libro una frase muy interesante por los cuáqueros: "Un enemigo es alguien cuya historia no hemos escuchado". Para comunicarme con los postcristianos, primero tengo que escuchar sus historias a fin de encontrar indicios sobre la forma en que ven al mundo y a la gente como yo. Esto fue lo que me motivo a estudiar y realizar la entrada de este blog. Aunque la gracia de Dios sigue siendo tan maravillosa como siempre, en mi comunidad parece estar desvaneciéndose gradualmente. Les he preguntado tanto a extraños como conocidos: ¿Por qué los cristianos suscitan unos sentimientos tan negativos?. Algunos sacan a relucir atrocidades del pasado, como la extendida creencia que la iglesia ejecutó millones de brujas, cifra que los historiadores serios creen exagerada. La comediante Candy Ladman expresa una idea muy común: <<Todas las religiones son lo mismo: la religión es básicamente la culpa con días de fiestas distintos>>.


¿Por qué no podemos aceptar las diferencias mutuas en lo que respecta a creencias, moralidad, preferencias sexuales y todo lo demás? ¿Por qué no podemos llevarnos bien los unos con los otros? <<Eso era lo que quería decir el mensaje final de la película ¡Salvados!, presentada en el año 2006, dirigida por Brian Dannelly>>. Este es el pensamiento más común que podemos observar. Hoy en día, el principio de la tolerancia domina por encima de todos los demás, y cualquier religión que reclame para sí la verdad es tenida por sospechosa. Combinemos esto con la reputación a través de los años de los cristianos como personas acostumbradas a juzgar la conducta de los demás, y no es de extrañar que la hostilidad vaya en aumento. <<La mayor parte de las personas con las que me encuentro da por sentado que la palabra "cristiano" define a alguien muy conservador, atrincherado en su manera de pensar, enemigo de los homosexuales, opuesto al aborto, furioso, violento, ilógico, constructor de imperios; los cristianos quieren convertir a todo mundo, y por lo general no pueden convivir pacíficamente con nadie que no crea lo que ellos creen>>. Jesús nunca nos ordenó a obtener buenos resultados en la encuesta de opiniones, pero mientras reflexiono sobre la lista de palabras que utiliza la gente para describir a los cristianos, me pregunto cómo podemos actuar como sal y levadura dentro de una sociedad que tiene un concepto tan negativo de nosotros.

Mientras reflexiono sobre mi fe y como las personas nos miran desde afuera, recuerdo un artículo que escribió Tim Stafford para Christianity Today en una página en Instagram. Usando paralelos con los tiempos bíblicos, él afirmaba que los cristianos pensamos que vivimos en Babilonia, como refugiados atrapados en una cultura que proclama a toda voz unos valores que son hostiles a nuestra fe. En realidad, vivimos en un lugar que se parece más a Samaria. En los tiempos de Jesús, los samaritanos vivían muy cerca de sus primos judíos, y a pesar de tener muchas similitudes los dos grupos no se llevaban bien. Como miembros apartados de la familia, se sentían resentidos. Simple y llanamente, para los judíos, los samaritanos eran herejes. El Evangelio de Juan nos explica: <<Los judíos no usan nada en común con los samaritanos>>.
Por sorprendente que parezca, los grupos más cercanos entre sí suelen fomentar las enemistades más fuertes. De alguna manera, las personas que son iguales, aunque no idénticas, pueden generar más odio que dos grupos que son obviamente distintos. Eso era cierto también en los tiempos de Jesús. Los fariseos usaban frases ofensivas cuando insultaban a Jesús. Y cuando los aldeanos de Samaria no recibieron bien a Jesús, sus discípulos le sugirieron que hiciera descender fuego del cielo para destruirlos.
<<El problema no está en que mi religión sea extraña>>, dice Stafford. <<El problema radica en que mi religión es familiar. Como los samaritanos y los judíos, los cristianos y los no cristianos tiene una cosmovisión parcialmente compartida (nuestras tradiciones occidentales, entre las cuales se incluye la Biblia), un mismo punto de origen (la exclusividad de Cristo). Nos es familiar lo que cada una de las partes cree. Sospechamos los unos de los otros. Así que partimos de un resentimiento>>.

Como siempre, Jesús es el que nos muestra el camino. Cuando los fariseos se burlaban de Él, llamándolo <<samaritano>> y <<endemoniado>>, Jesús rechazó la acusación de que estuviera poseído, pero no protesto ante el insulto racial. En otra ocasión, reprendió a los discípulos por pedirle que actuara con violencia contra los samaritanos. Con toda intención, hizo de un samaritano el héroe de una de sus más excelentes parábolas. Se aparto de su camino para visitar una aldea samaritana y les ordenó a sus discípulos que llevarán el evangelio a otras aldeas samaritanas también. Al final, los discípulos lo entendieron: cuando los samaritanos se convirtieron en seguidores de Cristo con <<gran gozo>> después de la ascensión de Jesús, recibieron el Espíritu Santo por medio del ministerio de Pedro y Juan, el mismo Juan que una vez había pedido que descendiera fuego del cielo y los destruyera.

Entre los que rechazan la fe hay quienes dan muestras de su ateísmo con orgullo, como una señal de desafío. (El escritor Alemán Heinrich Böll comentaba: <<No me agradan estos ateos, siempre están hablando de Dios>>.) Otros desechan la fe con mayor tristeza, o buscan alternativas en la Nueva Era u otras religiones. También hay algunos que rechazan a la iglesia, pero no a Jesús. Todos ellos están reaccionando contra una fe que ha dejado de sonar como una buena noticia. He tratado de escuchar a esos que no se han comprometido con ninguna religión, no como enemigos, sino como buscadores que aún siguen indagando. ¿Por qué dejaron la iglesia y tal vez la fe? ¿Qué podemos aprender de ellos y cómo podemos invitar para que regresen? Esas buenas nuevas, aunque las hayamos echado a perder, ¿podrán volver a sonar cómo buenas nuevas una vez más? Jesús vino «del Padre, lleno de gracia y de verdad», escribió Juan en el prefacio a su Evangelio. La iglesia ha trabajado incansablemente en la parte de esa fórmula que se refiere a la verdad: testigos de esto son los concilios, los credos, los volúmenes de teología y las divisiones en las denominaciones causadas por puntos secundarios de la doctrina. Anhelo que la iglesia compita con igual fuerza por transmitir lo que Pablo llama la «incomparable riqueza» de la gracia de Dios. Muchas veces da la impresión de que nos entienden más como dispensadores de la culpa que de la gracia. Juan recoge un encuentro personal entre Jesús y una mujer samaritana. Ella, que conocía muy bien la antipatía que existía entre ambos grupos, se maravilló de que un rabino judío se dignara a dirigirle la palabra. Hubo un momento en el que sacó a relucir uno de los puntos doctrinales en disputa: quiénes tenían el lugar de adoración correcto, los judíos o los samaritanos? Jesús hizo a un lado hábilmente la pregunta y sacó a colación un asunto más importante: la sed sin saciar que esta mujer tenía. No la juzgó, sino le ofreció una solución duradera a su sentido de culpabilidad debido a una vida desordenada. Ante ella, y solo ella, se identificó francamente como el Mesías, y la escogió para ser dispensadora de la gracia. Su transformación captó la atención de todo el poblado, y Jesús permaneció durante dos días entre aquellos «herejes», convirtiendo a muchos de ellos.

Esa escena de Jesús y la mujer samaritana la explica mucho mejor el sacerdote Henri Nouwen. Nouwen cuenta la historia que él venia de regreso de San Francisco, donde había estado una semana en una clínica para enfermos de SIDA visitando a aquellos pacientes, los cuales en tiempos anteriores a las drogas antirretrovirales se enfrentaban a una muerte segura y atroz. «Soy sacerdote, y parte de mi labor consiste en escuchar las historias que me cuentan las personas», escribía Nouwen. «Así que recorrí toda la sala del hospital preguntándoles a los pacientes, la mayoría de ellos hombres jóvenes, si querían hablar». Nouwen contaba en sus libros después que a partir de aquella semana sus oraciones habían cambiado. Mientras escuchaba relatos sobre promiscuidad, adicción y formas de conducta autodestructivas, descubría indicios de una sed de amor que nunca había sido saciada. A partir de entonces, oraba diciendo: «Dios mío, ayúdame a ver a los demás no como mis enemigos ni como impíos, sino más bien como seres humanos sedientos. Y dame el valor y la compasión que necesito para ofrecerles tu Agua Viva, que es la única que sacia esa profunda sed». Ahora, cada vez que me tropiezo con escépticos estridentes que se burlan de mis creencias, o con personas cuya conducta encuentro ofensiva, me recuerdo a mí mismo la oración de Henri Nouwen. Le pido a Dios que no permita que me apresure a juzgar o a erigirme en defensa propia. Oro diciendo:
Permítame verlos como seres humanos sedientos y enséñame cuál es la mejor manera de presentarles el Agua Viva.








Comentarios